LUZ DEL CIELO

LUCES DEL CIELO

LUCES DEL CIELO

A las diez de la noche, la comunidad entera se concentró al aire libre alrededor de la estupa principal, que estaba iluminada por miles de candiles colocados en los peldaños de la escalera. Enfrente habían formado un pasillo por donde los asistentes avanzaban con unas velitas que, al acercarlas a la llama de la lámpara frente a la imagen de Buda, prendían para que así su luz encendiera simbólicamente la suya. De pie se esperó a la comitiva religiosa. Los asistentes a su paso hicieron las oportunas  reverencias. Tomaron asiento sobre unos cojines y un penetrante olor a incienso empezó a envolver la atmósfera y a elevar la receptividad de los presentes. Se inició la lectura de textos y con el recitado de los mantras, la energía se empezó a concentrar a medida que se repetían con más intensidad y devoción. Los presentes entraron como en un estado hipnótico de consciencia colectiva que aspiraba a la trascendencia. El suelo parecía retumbar, mientras los pesados molinillos de oraciones giraron como si una mano invisible los acariciara y repitieran con su sonido metálico las mismas oraciones. Precisamente, aquella noche no se había levantado ni una leve brisa. La energía del sonido de docenas de caracolas, tambores, platillos y trompas se esparció por el valle, junto al canto de centenares de gargantas. Un escalofrío les recorrió la columna vertebral al sentirse vibrar por dentro, ya que los cuerpos resonaban como ánforas vacías en las que se multiplicaba el sonido de un ejército de almas que buscaban liberar la mente. Los novicios del monasterio de Sonada empezaron a repartir unas grandes bolsas de papel blanco, y al abrirlas se descubría que unas tiras se entrecruzaban en el centro uniendo la apertura, sitio donde los monjes empezaron a colocar unas lamparitas para mostrar su tradición. A medida que el aire de las bolsas se calentaba las hacía ascender como enormes faroles hacia las estrellas.

Entonces, Max le dijo a ella: – Cierra los ojos, pide un deseo desde el corazón para un mundo mejor e ilumina la oscuridad de tu cielo.

Y aquel farolillo se elevó hacia las estrellas con ansias de infinito.

 

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