LA FELICIDAD

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EL EQUILIBRIO   /

LA FELICIDAD

LA FELICIDAD

LA FELICIDAD

El maestro afirmó: — Una experiencia trasformadora es acompañar a un moribundo, pues aprendes mucho de ti, porque te das cuenta de que todos lo somos y de que nos estamos muriendo. La primera disyuntiva es pensar si te acercas a un cuerpo que se  deteriora o al ser humano que yace en él y que te habla desde el corazón con silencios y miradas elocuentes, a veces para agradecer la compañía ante la soledad y el desamparo de no tener a nadie de quien despedirse.

Con la voz empañada, continuó.

—En ese momento final, algunos se dan cuenta con tristeza de que se han quedado con muchos “te quieros” en la garganta. ¡Por favor…! No os quedéis con ninguno en la boca, ni tampoco con caricias, besos y sonrisas por dar. Vuestro amor debe fluir, ya que al darlo os será devuelto con creces, porque lo que nace del corazón siempre lleva a la felicidad.

LA FELICIDAD EN EL AMOR

web: www.alexdesande.com

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Fragmento de la novela: QUIERO TOMAR REFUGIO EN TU CORAZÓN de Álex de Sande. Si queréis leer más o adquirir la obra, podéis visitar la página web: www.alexdesande.com

LA FELICIDAD
El monje aseguró: —El nacimiento va unido a la muerte, porque el origen, el fin y la reencarnación en otra vida forman la rueda cíclica de la existencia, que se ha de superar para llegar al nirvana. Una experiencia trasformadora es acompañar a un moribundo, pues aprendes mucho de ti, porque te das cuenta de que todos lo somos y de que nos estamos muriendo. La primera disyuntiva es pensar si te acercas a un cuerpo que se deteriora o al ser humano que yace en él y que te habla desde el corazón con silencios y miradas elocuentes, a veces para agradecer la compañía ante la soledad y el desamparo de no tener a nadie de quien despedirse.
Con la voz empañada, continuó:
—En ese momento final, algunos se dan cuenta con tristeza de que se han quedado con muchos “te quieros” en la garganta. ¡Por favor…! No os quedéis con ninguno en la boca, ni tampoco con caricias, besos y sonrisas por dar. Vuestro amor debe fluir, ya que al darlo os será devuelto con creces, porque lo que nace del corazón siempre lleva a la felicidad.

LA FELICIDAD SERENA

LA FELICIDAD SERENA

LA FELICIDAD SERENA

Él interpretó aquellas palabras sinceras como un signo de debilidad. Cambió de tono de voz y dejó el cinismo aparcado, para mostrarse más próximo y comprensivo. Predispuesto a una posible reconciliación, le confesó:

—¡Lucía! ¡Cariño…! Te continúo queriendo mucho. Me vuelvo loco al verte con otros. Y si llevas muchos días sin llamarme, siento que ya no piensas en mí, que me has olvidado. Paso horas, pendiente de mi teléfono móvil, esperando a que me llames, a que me envíes un mensaje, y el tiempo se me hace eterno. Cuando te llamo y no contestas. Y me pones la excusa de que te has quedado dormida en el sofá o que te lo has olvidado en casa de una amiga o cualquier otra historia, y entonces pienso que estás con alguien. Si volviésemos a vivir juntos, tus problemas económicos se acabarían. Habría orden en tu vida, organización y el control que necesitas. Tengo algo de dinero ahorrado y la empresa no cierra, sino que se sumerge para no pagar impuestos. Por lo que respecta a mí, voy a continuar cobrando, pero en negro.

—Lo siento… Prefiero pasar hambre a volver contigo.

—No muerdas la mano que te alimenta… Torres más altas han caído… Encima, me he enterado a través de un enlace sindical de que el centro en el que dabas clases no cotizaba por vosotros a la Seguridad Social, por lo que no tendréis derecho al subsidio de paro. ¡Eso sí que es una putada…! ¡Qué mala suerte tienes…! —no pudo resistir el regocijo de verla cariacontecida y soltó una risotada de satisfacción.

—¡Eres un repugnante cabronazo… un miserable! ¡Deja el dinero encima de la mesa y vete de mi casa!

—¡No soy un cabrón, sino un hijo de puta…! Ah, por cierto, se me olvidaba: ¿Ya puedes pagar la hipoteca? Porque a los que no pueden, ¿sabes lo que les pasa…? Que se van de patitas a la calle, a vivir bajo un puente. Gracias a que el préstamo lo escrituraste a tu nombre y no te avalé. Como en aquella época tenías buen sueldo… ¡pues alegría! ¡Aaah…, por cierto, me he comprado un ático nuevo! Si me lo suplicas, puedo acogerte en mi cama. ¡Tú misma…!

—¡Eres un sinvergüenza, un canalla…! Quieres ver cómo me arrastro a tus pies.

—No hace falta, mientras te pongas de rodillas…

—Te juro que no vas a tener ese placer. ¡Olvídate de mí! —Y se giró y se fue a su dormitorio. Siempre supo que no había peor desprecio que no hacer aprecio. Tratarlo como si no existiese, le sentaba fatal. Aquel acto de indiferencia lo encolerizó de mala manera. Se acercó al cuarto y le soltó a bocajarro:

—¡Guarra…! ¡Eres una puta histérica…! —Y salió con un enorme portazo.

Ella se derrumbó contra el rincón de la pared y dejó que su espalda resbalase por el ángulo vacío hasta quedar sentada en el suelo. Una vez el ogro se fue, su hijita salió de la penumbra, se le abalanzó cogiéndose al cuello y ambas se fundieron en un tierno abrazo. La madre empezó a sollozar de alegría al recibir aquel cariño tan sincero que le henchía el corazón. Y supo, en ese instante, que la felicidad es el hilo que nos conecta a la vida y que se va trenzado en el querer y en el sentirse querido, en la profunda sensación de amar y ser amado.

La niña se quedó dormida en su regazo. Lucía acercó varios cojines para que estuviese más cómoda. Le vino cierto desvanecimiento, que solía darle cuando tenía grandes broncas o sufría algún disgusto, pues la pobre padecía de problemas de tensión arterial. Al rato, volvió en sí y fijó su mirada en el cuadro que le regaló un anciano invidente, amigo suyo, que asistía a los talleres plásticos que impartió varios años en una residencia. El viejo le dijo que era ciego de nacimiento y que pintaba sueños de colores. En el lienzo había plasmado, desde una cima bajo la sombra de un árbol, un deslumbrante valle verde en primavera, abierto a un inmenso cielo azul, que parecía invitar a lanzarse a volar hacia un luminoso horizonte en busca de un punto de fuga a otro mundo. Abstraída, contempló la sublime belleza de un lugar surgido de la imaginación onírica de un viejo invidente. En ese preciso instante, su voz interior bautizó aquel maravilloso cuadro con el nombre: El valle de los sueños.

EL EQUILIBRIO

EL EQUILIBRIO

EL EQUILIBRIO

Fragmento de la novela: Quiero tomar refugio en tu corazón. (Álex de Sande)  Visitad la web: www.alexdesande.com

EL EQUILIBRIO

El maestro prosiguió con las enseñanzas y les guió en los siguientes movimientos:

—Por favor, levantaos y juntad las palmas de las manos en el centro del pecho en señal de respeto y veneración ante la belleza que se manifiesta ante vosotros. Ahora, concentraos para adoptar la postura del árbol. Fijaos… doblad una pierna y apoyadla en la parte interna de la otra, de tal manera que vuestro peso quede en equilibrio en el centro, sin temer a caeros, y no penséis que os aguanta una sola pierna. Imaginad que es como un tronco y que vuestra única planta del pie está enraizándose en la tierra. Con lentitud, levantad los brazos con las palmas unidas por encima de vuestras cabezas, y permaneced así el máximo de tiempo posible.

No penséis en el cuerpo, estad atentos a la respiración, pues este yoga tiene algo de autotortura, porque busca la fuerza y el poder.

Se mantuvieron quietos durante minutos sin que se dieran cuenta. Al ir vestidos todos de blanco, parecían flamencos a la pata coja en la orilla de una laguna. El cansancio muscular les fue derribando y se quedaron sorprendidos de lo mucho que habían aguantado. No se lo creían y eso les subió la autoestima.

–¡Enhorabuena… habéis mantenido muy bien el equilibrio corporal, pero recordad que el secreto de la felicidad se basa en mantener el equilibrio entre tu mente y tu corazón.

Los alumnos se quedaron pensativos y asimilaron tal reflexión. Se sentaron e hicieron torsiones para adaptarse a las siguientes asanas que enlazarían a continuación.

Tras un rato, Max les convino:

—Vamos a acabar con una postura especial y que este lugar me inspira. Se trata de la del ave del paraíso, casi nadie la conoce. Nos levantaremos sin perder el equilibrio. Debemos observar con mucho detenimiento y concentración el paisaje, hasta que nos entre dentro y sintamos que visualmente nos inunda tanto que tengamos la sensación de formar parte de él. Poneos en línea, en forma de ángulo. Lucía se colocó la primera del escuadrón aéreo al borde del precipicio.

—Ahora, extended los brazos como si fueran alas, inclinaos y bajad la cabeza hacia delante. Visualizad la imagen de que os lanzáis a volar como majestuosos pájaros, como espíritus libres dispuestos a surcar este inmenso y mágico valle de los sueños. En ese momento, Lucía giró con levedad la cara, ambos cruzaron una mirada de complicidad y ella perdió el equilibrio. Él, de manera instintiva, hizo gala de unos enormes reflejos, la enlazó por la cintura, mientras ella se mantenía de puntillas con casi todo el cuerpo hacia delante. Max se ladeó un poco en sentido contrario para compensar su peso, y elevó su brazo de tal manera que ella quedó suspendida en el aire como una gaviota, gozando de la ingrávida sensación de volar.

FELICIDAD NEPAL

LA FELICIDAD DEL NEPAL

LA FELICIDAD DEL NEPAL

Fragmento de la novela: Quiero tomar refugio en tu corazón. (Álex de Sande) www.alexdesande.com

—¿Nunca intentaste volver a ver a tu querida Ágata?

Max esbozó una sonrisa, porque tenía la certidumbre de que tarde

o temprano le haría esa pregunta, y le reveló:

—Recordé las palabras que me había dicho el Dalai Lama: « El que se siente querido, quiere, y lo contagia a los que están a su alrededor con alegría, sin ser consciente de que son el amor y la compasión los que forman parte de los maravillosos genes de la felicidad.»

Entonces, me di cuenta de que no podía resistir su ausencia y fui a verla al Nepal. Precipité mi partida al enterarme de que se había ordenado como monja budista. No la avisé con el propósito de que fuese una sorpresa. Atravesé el valle de Katmandú para llegar al orfanato donde al final la habían enviado. El recinto estaba solitario, pero un jolgorio me guió hasta una riera y tomé asiento en un lugar discreto entre los juncos. Observé a unos chavales vestidos con túnicas granates, igual que si fueran novicios, que junto a ella se perseguían con las manos tiznadas de azafrán para mancharse la cara, y eso les causaba un sinfín de risas. Otros intentaban camuflarse lo mejor posible en una especie de juego del escondite. Los más pequeños se entretenían en perseguirse hasta tocarse la coronilla, que debía significar que estaban eliminados y pasaban al nirvana. Cuando estuvieron cansados, vi que se sentaban alrededor de un árbol, pero antes se restregaban las manos con unas florecillas, se las secaban sobre sus cabezas rapadas y se quedaban quietos como estatuas. Enseguida las mariposas empezaron a posarse sobre ellos y les hacían cosquillas con sus patitas, mientras los niños intentaban resistir, pero las más traviesas les bajaban por la frente hasta llegar a la nariz y otras, se les posaban en las orejas con deseo de colarse por el oído. Al no aguantar el hormigueo, se movían y quedaban eliminados. Ella resistió hasta el final y acabó cubierta por un manto de mariposas celestes. Fue una escena tan poética y onírica que se me grabó en la retina y en la memoria para siempre. Fui consciente que en aquel sencillo paraje, lleno de paz, ella era inmensamente dichosa. Se me estremeció el corazón al contemplar tanta alegría. Dispuesto a no interferir en el delicado equilibrio de su particular paraíso, me levanté y me di cuenta de que sobre mi cabeza también se habían posado unas mariposas. Sin ahuyentarlas de golpe, me moví con la delicadeza necesaria del que nunca estuvo allí. No quería romper el encantamiento de aquel idílico lugar. Regresé con lágrimas en los ojos: su felicidad era mi tristeza, porque la había perdido para siempre. Atravesé montañas y desfiladeros sin rumbo fijo. Quise perderme en la soledad del mundo.

 

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