El adivino ciego y su tarot mágico

horoscopo-africano

—¿Recuerdas cuando recién casados me empeñé en ir a cenar al bar restaurante Samir Amis, el de la calle Ávila cerca de la avenida Valencia?

—¡Sí, sí…! ¡Cómo no me voy a acordar! —adujo él, y añadió—: Lo pesada que te pusiste para ir. Descubrí que eras más terca que una mula.

—Fuimos porque una amiga me lo había recomendado —alegó ella en defensa propia—. No te dije que lo de menos era la comida árabe y que mi intención era que sus propietarios, de origen sirio,
los hermanos Miguel y Lina, nos hicieran una tirada de cartas del tarot para adivinar lo que nos deparaba el destino. ¿Recuerdas que vino el dueño y se presentó con suma amabilidad? Nos condujo a una sala aparte, más discreta y reservada. Franqueamos una puerta
y una densa atmósfera impregnada de penetrante olor a incienso nos extasió. Nos dijo que tenía que marcharse de forma imprevista y que nos atendería su abuelo, que fue su maestro. Regresó acompañado de un hombre ciego, que no veía el presente y en cambio  01magician
decía ver el futuro. Él se dirigió a mí y aseguró: «Me llaman Tiresias,
en recuerdo del mitológico adivino ciego de la Odisea que dejó de ver el hoy para ver el mañana. ¿Sabes que eres una mujer diferente?». «¡Todas lo somos!», pensé, y te lo dije con mímica.
Prosiguió el viejo: «Tu fisonomía es singular». Estaba claro que no veía ni jota, pues una chica de pelo y ojos castaños como yo, no tenía nada de excepcional. El pobre hombre continuó: «Voy a utilizar contigo mi tarot más antiguo, el que heredé de mis padres, y ellos, de los suyos, y así durante cientos de generaciones que se pierden en la noche de los tiempos».
Kin sentenció:
—¡Vaya charlatán! ¡Era un vendedor de mantas!
—¡Quizá fueran mantas voladoras! —le dijo Lucía, y continuó:
—El viejo desempolvó una caja de nácar con incrustaciones de lapislázuli, y del fondo sacó una baraja envuelta en un paño de terciopelo negro. El vidente aseveró con labia: «Mis antepasados eran mercaderes de Palmira, una ciudad prodigiosa ubicada en el oasis de Tadmor. Solían comerciar por el valle del Éufrates y organizaban las rutas de caravanas hacia Oriente. Viajaban a Egipto, donde adquirían inciensos, entre los que destacaba el misterioso kifi, que decían que causaba estados alterados de conciencia. Precisamente, es el que inhaláis ahora. Creo que solo serena la mente y la predispone a tener una mayor receptividad». Aún tengo presente —dijo ella— cuando extendió las cartas sobre un paño negro plagado de un sinfín de puntitos azules, que parecía un cielo estrellado, y nos preguntó: «¿Qué os parece? ¡Es único, está iluminado, que no pintado, por las manos de un mago de Alejandría!

El faraón se enteró de que en esa ciudad se ocultaba un anciano sonar-con-el-mago
astrólogo que había inventado una baraja de cartas mágicas que podían mostrar el porvenir. Ordenó secuestrar al viejo sabio, llevarlo al palacio y ponerlo a prueba. El vidente no se equivocó al predecir que, de las dos esposas que estaban a punto de parir, una le daría un heredero, y la otra, dos niñas gemelas. Y acertó. Pronto fue recluido en la biblioteca y nombrado astrólogo oficial. El rey observó obnubilado los preciosos dibujos y los brillantes colores de los naipes. El soberano, fascinado ante tal prodigio, lo bautizó con el nombre de taro, palabra egipcia que significa “el camino
secreto de la vida”. El mago tuvo que regalarle a la fuerza la baraja y su majestad le arrancó los ojos en señal de agradecimiento, para que no pudiese pintar otra igual, pero fue inútil, pues la original estaba guardada en un escondrijo que solo conocían él y su primogénito.
El rey celebró una majestuosa recepción e invitó a los sumos sacerdotes de los templos de las orillas del Nilo. Quería que viesen cómo aquel adivino ciego anunciaba las profecías del tarot ayudado por el hijo pequeño, que tenía que observarlas y describirlas para su interpretación posterior. El pobre hombre se puso tan nervioso que se orinó la túnica. Tocó sus partes y las notó bien El-tarot-Egipcio1
mojadas. Con los dedos húmedos del ácido úrico y amoniaco fue pasando las cartas, y, al mismo tiempo, las fue borrando. En el momento que acabó de acariciar los setenta y ocho naipes del tarot en completo silencio, el rey preguntó si el niño era mudo, tonto o ciego. El divino respondió: “¡No… no es ni una cosa ni la otra! El chico no ha dicho nada, porque nada ha visto. No tienes futuro, porque me lo he llevado yo en los dedos de la mano”».

Lucía recordó con dulce añoranza:
—Tras permanecer callado un rato, nos dijo con voz grave: «¿Qué os parece? ¿No es una historia asombrosa? Mis abuelos me dijeron que ese mago fue un antepasado mío, al que persiguieron unos sicarios de la corte hasta los confines de la tierra. Cuando consiguieron atraparlo y acabar con su vida, ignoraban que para entonces el faraón ya había sido asesinado, cumpliéndose la profecía: que no tenía demasiado porvenir».
Kin agregó:
—¿Recuerdas con qué mimo nos mostró la baraja que decía que era de aquella época y con qué delicadeza empezó a palpar las cartas?
Lucía exclamó:
—¡Cómo no…! Las cogía como si fueran láminas de cristal. Hay que reconocer que nunca había visto una parecida. Las figuras del esclavo, el mercader, el faraón y la muerte estaban dibujadas en perspectiva, rodeadas de símbolos de escritura jeroglífica egipcia, y al darles tres dimensiones parecían tener volumen y los colores relucían como recién pintados. Daba la sensación mágica de que iban a tomar vida.  images (8)

El cartomántico continuó: «¿A que es una preciosidad? Disculpad que me enrolle tanto. A nadie le explico esto, pero tú eres una muchacha tan encantadora que me inspiras mucho. Antes de iniciar la sesión os diré que el tarot es algo muy serio. Es una representación simbólica del cosmos visible e invisible. Es un arte que enraíza con las enseñanzas de la cábala, la astrología, el simbolismo, la numerología y la hermética. También se inspira en la filosofía, la alquimia, la mitología y las tradiciones ocultas. Cualquier ritual o ceremonia de una religión, tiene un poder simbólico y esotérico de gran trascendencia. A lo largo de la historia, mientras el pensamiento fue perseguido y no podía expresarse en palabras, sus mensajes se escondían en símbolos de aparente inocencia que no todos sabían revelar. El tarot es el ejemplo. Mi concentración se fija, igual que tú, en las imágenes que te mostraré, que es lo material, pero yo voy a intentar verlas a través de tus ojos, los cuales me servirán de base para conectar con la dimensión psíquica de tu subconsciente, tu parte mental y espiritual, y averiguar qué plan se te ha diseñado. Dependerá de ti cumplirlo. En el momento que haga la predicción, voy a condicionarte y nunca sabrás si tú has hecho que se cumpla o tu destino inexorablemente se cumplió. Esa será tu duda inquietante y permanente. Ya se sabe que el observador, sin querer, modifica lo observado».

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tarot egipcio 1

—Lucía prosiguió embelesada en su propio recuerdo—. Empezó a barajar, me hizo cortar el mazo e inició la tirada siguiendo el método de la pirámide, según reveló, y en el que se utilizaba solo los arcanos mayores de abajo arriba y de derecha a izquierda. Explicó que en la cúspide estaba el piramidión áureo, lugar donde se posaba el dios solar Ra, era el que, al dominar la lectura de la tirada, la condicionaba por fuerza. Entró en trance y al final vaticinó: «Me has dicho que te llamas Lucía, tu nombre verdadero tiene cinco letras y está atrapado en la armonía musical del pentagrama. En el hinduismo, el número cinco es el de Shiva, el que se destruye para renacer en un plano superior. Tiendes a la quintaesencia, buscas con desespero el equilibrio; dos triángulos opuestos, el fuego y el agua, el bien y el mal, representan que tu pasado está lleno de carencias afectivas. Esta carta —la acarició— es la torre, simboliza la casa de Dios. Tu padre… no… tu abuelo es quien fue muy severo contigo y siempre te vigiló. Por eso te irrita tanto que te controlen, por lo que tienes una tendencia a rebelarte y trasgredir las normas. Para él eras un tesoro a esconder. Y se repetía por dentro que si su preciosa nieta no podía ser suya, no quería que fuese de nadie. Esa es la razón por la que te encerraba en la habitación, te castigaba con no salir y así impedía que te relacionases con los demás. Quería evitar que conocieras a alguien y te fueras de su lado. ¡Egoísmo y celos! Veo que aún arrastras mucho sufrimiento, y él también. Demasiada incomprensión. Ahora deseas tener una vida sentimental y emocional estable, de aquí a unos años: un destino que te guíe hacia un camino más espiritual». 1899883_729791640436453_5364470119435624721_n

Kin comentó que el viejo era un lunático. Lucía le llevó la contraria al asegurar que tenía don y más cuando inspirado, prosiguió: —«Eres una mujer de rostro luminoso. Tu idealismo y generosidad te hará pasar situaciones económicas apuradas, por lo que estarás dispuesta a huir de tus problemas presentes para colaborar con organizaciones en causas humanitarias de países lejanos. ¡Fíjate! La carta que hay en la cúspide de la pirámide es la de Cleopatra, la emperatriz, que encarna la sensualidad, el poder y la gloria. Esa eres tú, una mujer inteligente que goza de gran belleza interior. Debes de ser del signo zodiacal de Libra, indecisa y fácilmente influenciable. Te ilusiona estar rodeada de amigos que te apoyen cuando los necesitas. Y por eso, eres tolerante con los defectos de los demás. Te gusta ayudar a la gente con problemas, y más si son de salud. Serías una buena doctora, enfermera, terapeuta o profesora. Tu buen corazón atraerá a tu lado a los ángeles y a los demonios, tu tendencia hacia la oscuridad y la sombra te pondrá en peligro, y dependerá de ti y a quién elijas, que vivas en el cielo o en el infierno.»

Lucía confesó a su marido que estaba sorprendida por su lucidez. Parecía que la conocía mejor que sus padres. Exploraba las zonas de la programación oculta de la mente como un rastreador de los  territorios del recuerdo y del olvido. Y abstraído en el destino, afirmó: —«Eres ordenada, eficiente, detallista, sensible, romántica, altruista, solidaria, inteligente y tan espiritual que valoras a las personas
que son capaces de ver en los demás lo que es invisible».
Con la mirada abstraída, ella le dijo a Kin:
—¿A que no te has olvidado cuando le pregunté si iba a contraer matrimonio? El viejo sentenció sin mirarte, pero intuyéndote: «Ya estás casada, pero hace pocos meses. En breve experimentarás la
maternidad. Siempre has albergado dudas en tu elección de pareja, pero la carta que acaba de salir, la muerte, significa ruptura, y eso quiere decir que tal vez te espere a medio plazo un inevitable
divorcio».
Kin le recordó que estuvo a punto de partirle la boca, porque empezaba a hablar demasiado. Tenía la lengua muy larga, según gesticuló en mofa ante el viejo adivino, pero el anciano afirmó: «No te burles de mis augurios. Te veo a través de la mirada de ella. Aquí aparecen, en estas cartas, los nuevos pretendientes de tu mujer: un mercader, un artesano, un militar, pero veo que los rechaza a todos, porque los naipes han salido bocabajo. Voy a extraer el último. No hace falta palparlo, veo a través de tu pupila que es la carta del mago.  xtarot-el-mago.jpg.pagespeed.ic.KgHlSjF46fU5eA37hZqX.jpg El Mago recortado

Simboliza que llegará un momento en tu vida en que necesitarás una transformación, una metamorfosis, un renacimiento. Este arcano, que representa la voluntad y la fuerza que engendra la vida, te insuflará energía para continuar. Es un maestro que te adentrará en un camino poético, sentimental y espiritual. Te revelará la forma de descubrir tus verdades ocultas. Carente del atractivo físico que establecen los cánones estéticos de una sociedad donde imperan la imagen y la máscara, te hará dudar, pero su profundo encanto atrapará la esencia de tu ser. Una especie de fascinación ejercerá sobre ti y sus enseñanzas te llevarán a conocerte mejor. Aprenderás a mirarte más allá del espejo, igual que Alicia en el país de las maravillas, y verás la realidad propia y ajena con otros ojos. Descubrirás otra dimensión del amor y observarás el mundo de manera tan diferente que tendrás la sensación de haber estado muerta y resucitar en una nueva vida. Liberada de las ataduras terrenales del apego, iniciaréis juntos un viaje hacia lo más profundo de vuestro ser».

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