EL MANDALA

EL MANDALA MÁGICO

EL MANDALA EFÍMERO

 

SERES  DE  LUZ

EL NIÑO DE LAS ESTRELLAS

SOMOS SERES DE LUZ

Fragmento de la novela: Quiero tomar refugio en tu corazón. Álex de Sande Web: www.alexdesande.com

EL MANDALA:

—Lo que veis pintado en el techo es un mandala, que en sánscrito significa «círculo sagrado». Simboliza el cosmos, la creación ordenada del tiempo y del mundo, el vacío y la plenitud, lo relativo y lo absoluto, la eternidad…
Tras un largo silencio, prosiguió: —Tanto en su minuciosa elaboración como al contemplarlo, es necesario concentrarse. ¡Fijad vuestra atención en el esquema y diseño compuesto de miles de puntos, como granos de arena insignificantes, igual que nosotros, que juntos formamos el universo!
Dejó que el eco de sus palabras se apagasen y continuó—: Primero, observad el círculo exterior… luego el cuadrado central que representa los cuatro puntos cardinales, como si fueran puertas místicas para entrar por el laberinto de los ciclos infinitos de la vida que llevan al eterno retorno.
»En su elaboración, siempre se pinta desde fuera hacia adentro, como un proceso de introspección en el que se inicia un camino de autoconocimiento intuitivo, en el que se detiene la máquina de pensar y sus mecanismos de razonamiento y conceptualización.
»Dejad que la mirada recorra los senderos trazados con los mágicos colores que la inspiración cromática que eligieron los monjes… y trascendedlos…
»Al observarlos sentiréis que ese ideograma de geometría armoniosa, concéntrica y tridimensional, os atrapa e hipnotiza. Recompone la fragmentación emocional del corazón, desvela las neurosis que se esconden en los rincones de vuestra psique y os lleva a avanzar hacia la luz al aceptar  inconscientemente vuestra sombra.
»Notad que el océano interno se os calma ante las tormentas de la adversidad y serenad el ánimo hasta que una energía positiva os guíe espiritualmente al centro de vosotros mismos, a la esencia del ser, para llegar a ese lugar donde al estar en orden y en perfecto equilibrio, la mente se os ilumina.
Todos permanecieron tan inmóviles que daba la sensación de que habían dejado de respirar. Estaban abstraídos, como en trance, con el alma dispersa entre los miles de millones de neuronas del propio universo cerebral. El maestro, al ver el panorama, los dejó gozar de aquella profunda sensación de quietud sináptica… de ecuanimidad… de ausencia de sufrimiento. Y pensó: Somos seres de luz que caminamos entre bosques de sombras hacia las estrellas.

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