LAS EMOCIONES NEGATIVAS

LAS PIEDRAS

LAS PIEDRAS

LAS EMOCIONES NEGATIVAS

El maestro les dijo: -Muchos cargan en el camino de la vida con emociones negativas, ya sean resentimientos, envidias, miedos, odios con deseos de venganza, culpas, etc., que pesan como piedras en la mente y en el corazón, y no nos dejan avanzar ni sentir. Aprendamos de los errores y perdonemos para liberarnos de nuestra propia condena.”

-Es muy difícil perdonar a quien te ha humillado, mentido o traicionado.

-Si actuáis bien en la vida, generaréis buen karma -dijo el maestro-. Si hacéis lo contrario, os podéis convertir en un nuevo Sísifo, aquel rey de la mitología griega que fue condenado a cargar sobre los hombros una enorme y pesada piedra, para subirla por la ladera de una montaña hasta llegar arriba, donde la piedra rodaba para abajo. Él volvía a subir dicha piedra, así una y otra vez, como un castigo toda su vida, que al ser inmortal, el tiempo se convertía en eternidad.

-¿Nos propones que vaciemos nuestra mochila emocional de todo lo negativo? -preguntó Lucía.

-Sí, debemos experimentar la VACUIDAD de la mente y del corazón, para poder volvernos a llenar con nuevas emociones y  avanzar en la vida siendo conscientes, libres y felices. En Japón escuché un antiguo cuento de la tradición zen que ilustra bien lo que  os quiero explicar: “Había dos monjes budistas que atravesaron un bosque camino del monasterio. Al llegar al río, vieron a una mujer que lloraba. Le preguntaron  para saber qué le pasaba y les dijo que no sabía nadar y por eso le daba mucho miedo el agua, pero que tenía que cruzar para volver a casa, ya que su madre se estaba muriendo. Les pidió que la ayudaran.

El monje joven le dijo: – Lo siento, pero no podemos ayudarte, porque nuestros votos de castidad prohíben tocar a ninguna mujer.

La chica se lo agradeció y se quedó llorando. El monje más viejo se dio la vuelta, la invitó a subir a su espalda y la pasó a la otra orilla.  La joven en señal de agradecimiento se inclinó en reverencia y le regaló el pañuelo blanco de seda que llevaba en la cabeza.  Los monjes continuaron su camino en silencio durante más de once horas. Antes de franquear la puerta del monasterio, el monje joven no pudo aguantar más y furioso explotó de rabia. Y le dijo: – Debo informar a nuestro maestro que has incumplido gravemente la norma de no tocar a una mujer, y encima has cargado con ella a tu espalda.

El viejo monje empezó a reírse de aquel novicio y le contestó: – Es cierto que la cargué a mi espalda, pero la dejé en la otra orilla. Tú llevas más de diez horas y veinte kilómetros cargando con ella en tu mente y en tu corazón.”

 

 

 

 

 

 

 

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